El poema de Tlaltecatzin
En la soledad yo canto a aquel que es mi Dios En el lugar
de la luz y el calor, en el lugar del mando, el florido cacao está espumoso, la
bebida que con flores embriaga.
Yo tengo anhelo, lo saborea mi corazón se embriaga mi
corazón, en verdad mi corazón lo sabe:
¡Ave roja de cuello de hule!, fresca y ardorosa, luces tu
guirnalda de flores. ¡Oh madre! Dulce, sabrosa mujer, preciosa flor de maíz
tostado, sólo te prestas, serás abandonada, tendrás que irte, quedarás
descarnada.
Aquí tú has venido, frente a los príncipes, tú, maravillosa
criatura, invitas al placer. Sobre la estera de plumas amarillas y azules aquí
estás erguida. Preciosa flor de maíz tostado, sólo te prestas, serás abandonada,
tendrás que irte, quedarás descarnada.
El floreciente cacao ya tiene espuma, se repartió la flor
del tabaco. Si mi corazón lo gustara, mi, vida se embriagaría, Cada uno está
aquí, sobre la tierra, vosotros señores, mis príncipes, si mi corazón lo
gustara, se embriagada.
Yo sólo me aflijo, digo: que no vaya yo al lugar de los
descarnados. Mi vida es cosa preciosa.
Yo sólo soy, yo soy un cantor, oro son las flores que
tengo. Ya tengo que abandonarla, sólo contemplo mi casa, en hilera se quedan las
flores. ¿Tal vez grandes jades, extendidos plumajes son acaso mi
precio?
Sólo tendré que marcharme, alguna vez será, yo sólo me voy,
iré a perderme.
A mi mismo me abandono, ¡Ah, mi Dios! Digo: váyame yo, como
los muertos sea envuelto,
yo cantor, sea así.
¿Podría alguien acaso adueñarse de mi corazón? Yo solo así
habré de irme, con flores cubierto mi corazón. Se destruirán los plumajes de
quetzal, los jades preciosos que fueron labrados con arte.
Fonte deste Lindo poema:
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/antropologia/musicprec/musicprec25a.htm
foto:Facebook
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